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Meliponinos, no pueden servir sino para un objeto, y las que forman las cunas de las jóvenes ninfas, se destruyen después del nacimiento de éstas.

Entre nuestras abejas domésticas es, pues, donde la idea ha alcanzado su forma más perfecta, y he aquí un cuadro tan rápido cuanto incompleto de los movimientos de esa idea. Se fljan esos movimientos una vez por todas en cada especie, y el lazo que los une existe sólo en nuestra imaginación? No construyamos todavía un sistema en esta región mal explorada. No arribemos sino & conclusiones provisionales, y si lo deseamos, inclinémonos más bien hacia las más llenas de esperanza, porque, si fuera absolutamente necesario elegir, algunos destellos nos indican ya que las más deseadas serán las más seguras. Por lo demás, reconozcamos nuevamente que nuestra ignorancia es profunda. Estamos aprendiendo á abrir los ojos. Mil experimentos que podrían hacerse no se han intentado siquiera. Por ejemplo, las Prosopis, prisioneras y obligadas á vivir juntas con sus semejantes, podrían, á la larga, franquear el umbral de hierro de la soledad absoluta, aficionarse á la reunión como los Dasypodos, y hacer un esfuerzo fraternal semejante al de los Panurgos?

Los Panurgos, colocados á su vez en circunstancias impuestas y anormales, ¿pasarían del pasadizo común á la cámara común? Y ¿se les ha dado á los Meliponinos panales de cera estampada? ¿Se les han ofrecido ánforas artificiales, para reemplazar sus curiosas ánforas de miel?