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¿Las aceptarían? ¿sacarían partido de ellas?

¿cómo adaptarían sus costumbres á esa arquitectura insólita? Interrogaciones que se dirigen á seres bien pequeños, y que sin embargo encierran la gran clave de nuestros mayores secretos. No podemos contestarlas, porque nuestra experiencia data de ayer. Contando desde Réaumur, hace cerca de siglo y medio que se observan las costumbres de ciertas abejas silvestres. Réaumur sólo conocía algunas, nosotros hemos estudiado algunas más; pero centenares, millares quizá, no han sido interrogadas hasta aquí sino por viajeros ignorantes ó apresurados.

Las que conocemos desde los hermosos trabajos del autor de las Memoires no han variado en nada sus costumbres, y los abejorros que hacia 1730 se empolvaban de oro, vibraban como el deleitoso murmullo del sol y se atiborraban de miel en los jardines de Charenton, eran completamente iguales á los que, vuelto el mes de abril, zumbarán mañana á pocos pasos de allí, en el bosque de Vincennes. Pero de Réaumur á nuestros días sólo media un abrir y cerrar de ojos, y varias vidas de hombres unidas por sus extremos, no forman sino un segundo en la historia de un pensamiento de la Naturaleza...

XIV

Aunque la idea que hemos seguido con la mirada haya asumido su forma suprema en nuestar abeja doméstica, eso no quiere decir que