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tra los descos y las ventajas de la especie. Las colmenas más prósperas son las que sólo lanzan un enjambre á principios del verano. Satisfacen de ese modo su deseo maternal, garantizan el mantenimiento de la casta, la renovación necesaria de las reinas y el porvenir del enjambre que, numeroso y precoz, tiene tiempo de edificar moradas sólidas y bien provistas antes de la llegada del otoño. Es seguro que esas colmenas y sus vástagos, entregadas á sí mismas, únicos sobrevivientes de los rigores del invierno que habrían aniquilado casi regularmente las colonias animadas de otros instintos, hubieran fijado poco a poco en nuestras razas septentrionales la regla de la enjambrazón limitada. Pero el hombre ha destruido precisamente esas colmenas prudentes, opulentas y aclimatadas, para apoderarse de su tesoro. No dejaba y no deja aún, en la práctica rutinaria, sobrevivir más que las colonias, castas agotadas, enjambres secundarios y terciarios, que tienen más o menos con qué pasar el invierno, y á los que da algunos restos de miel para que completen sus mezquinas provisiones. De esto resulta que, probablemente, la raza se ha debilitado, que la tendencia á la excesiva enjambrazón ha ido desarrollándose hereditariamente y que hoy, casi todas nuestras abejas, y especialmente las negras, enjambran demasiado. De algunos años á esta parte, los nuevos métodos de la apicultura «movilista» han venido á combatir esta peligrosa costumbre, y cuando se ve con cuánta rapidez obra la selección artificial sobre la mayor parte de -