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nuestros animales domésticos, bueyes, perros, carneros, caballos, palomas, por no citarlos todos, permitido es creer que antes de mucho tiempo tendremos una raza de abejas que renuncie casi completamente á la enjambrazón natural y dedique todavía toda su actividad á la cosecha de miel y de polen.

XV

Pero, una inteligencia que adquiriese más clara conciencia del objeto de la vida en común, ¿no podría libertarse de las demás faltas? Mucho habría que decir sobre esas faltas que tan pronto emanan de lo ignoto de la colmena, tan pronto no son sino consecuencias de la enjambrazón y de sus errores, en los que hemos tomado parte. Pero, por lo que se ha visto hasta ahora, cada cual puede, según su gusto, acordar ó negar inteligencia á las abejas. No me empeño en defenderlas. Me parece que en más de una ocasión muestran discernimiento, pero aunque hicieran ciegamente lo que hacen, mi curiosidad no disminuiría. Es interesante ver que un cerebro encuentra en sí mismo recursos extraordinarios para luchar contra el frío, hambre, la muerte, el tiempo, el espacio, la soledad, todos los enemigos de la materia que se anima; pero que un ser logre mantener su pequeña vida complicada y profunda sin exceder del instin-