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to, sin hacer nada que no sea muy común, es cosa tan interesante cuanto extraordinaria también. Lo común y lo maravilloso se confunden y equivalen cuando se les coloca en su verdadero lugar en el seno de la Naturaleza. Ya no se trata de ellos, que llevan nombres usurpados, se trata de lo incomprensible y lo inexplicado, que deben detener nuestras miradas, regocijar nuestra actividad y dar una forma nueva y más justa á nuestras ideas, nuestros sentimientos y nuestras palabras. Hay sensatez en no detenerse en otra cosa.

XVI

Sea como sea, no tenemos calidad para juzgar en nombre de nuestra inteligencia, las faltas de las abejas. No vemos, acaso, entre nosotros, que la conciencia y la inteligencia viven largo tiempo en medio de los errores y las faltas, sin darse cuenta de ellas, y mucho mayor tiempo aún sin ponerles remedio? Si existe un ser cuyo destino lo llame especial, casi orgánicamente, á darse cuenta, á vivir y organizar la vida en común de acuerdo con la razón pura, es indudablemente el hombre. Sin embargo, véd lo que hace, y parad las faltas de la colmena con las de nuestra sociedad. Si fuésemos abejas que observaran á los hombres, nuestro asombro sería grande al examinar, por ejemplo, lo ilógico VIDA DE LAS ABEJAS .—17