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para un nuevo destino. Ha cumplido religiosamente su deber de buena creadora, y del deber cumplido surgen la tristeza y la tribulación. Una fuerza invencible amenaza su reposo; pronto tendrá que abandonar la ciudad en que reina.

Y, sin embargo, esa ciudad es su obra, y es ella entera. No es su reina en el sentido que le daríamos entre los hombres. No da orden alguna y se encuentra sometida, como el último de sus vasallos, al poder oculto y soberanamente sabio que llamaremos, mientras no tratemos de descubrir dónde reside, «el espíritu de la colmena».

Pero ella es allí la madre y el órgano único del amor. La ha fundado en la incertidumbre y la pobreza. La ha repoblado sin cesar con su substancia, y todos cuantos la miman, obrera, machos, larvas, ninfas, y las jóvenes.princesas cuyo próximo nacimiento va & precipitar su partida, y una de las cuales la sucede ya en el pensamiento inmortal de la especie, han salido de su vientre.

II

El espíritu de la colmena». ¿Dónde está y qué encarna? No es semejante al instinto particular del pájaro que sabe construir su nido con destreza y que busca otros cielos apenas reaparece el día de la emigración. No es tampoco una especie de costumbre maquinal de la