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especie, que sólo quiere ciegamente vivir, y que choca con todos los ángulos de la casualidad, en cuanto una circunstancia imprevista perturba la serie de los fenómenos acostumbrados.

Por el contrario, sigue paso a paso las circunstancias todopoderosas, como un esclavo inteligente y listo que sabe sacar partido de las órdenes más peligrosas de su amo.

Dispone implacablemente, pero con discreción y como si estuviera sometido á algún gran deber, de las riquezas, la felicidad, la libertad, la vida de todo un pueblo alado. Regula día por día el número de los nacimientos, y lo pone en estricta relación con el de las flores que iluminan la campiña. Anuncia á la reina su destronamiento ó la necesidad de que parta, la obliga á dar la vida á sus rivales, cría previamente å éstas, las protege contra la saña política de la madre, permite ó prohibe, según la generosidad de los cálices multicolores, la edad de la primavera y los probables peligros del vuelo nupcial, que la primogénita de las princesas vírgenes, vaya á matar en su cuna á sus jóvenes hermanas que entonan el canto de las reinas. Otras veces, cuando la estación avanza, cuando se acortan las horas floridas, ordena, para clausurar la era de las revoluciones, y apresurar la vuelta al trabajo, que las obreras mismas asesinen á toda la descendencia real.

Este espíritus es prudente y económico, pero no avaro. Parece que conociera las leyes fas tuosas y algo locas de la Naturaleza en cuanto atañe al amor. De modo que, durante los días VIDA DE LAS ABEJAS .—3