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cielo que las abejas ven, ó un pesar en su inteligencia? Discútese en zumbador consejo la necesidad de la partida? No lo sabemos, como no sabemos tampoco de qué manera da el espíritu de la colmenas á conocer su resolución á la multitud. Si es cierto que las abejas se comunican entre sí, se ignora si lo hacen á la manera de los hombres. Ese zumbar perfumado de miel, ese estremecimiento embriagador de los hermosos días de estío, que es uno de los más dulces placeres del criador de abejas, ese canto de fiesta del trabajo que sube y baja en torno del colmenar en el cristal de la hora, y que parece el murmullo de alegría de las abiertas flores, el himno de su felicidad, el eco de sus suaves olores, la voz de los claveles blancos, del tomillo, de la mejorana, puede no ser oído por ellas. Tienen, sin embargo, toda una escala de sonidos que nosotros mismos discernimos y que va de la felicidad profunda á la cólera, á la desesperación; tienen la oda de la reina, los estribillos de la abundancia, los salmos del dolor; tienen por fin, los largos y misteriosos gritos de guerra de las princesas adolescentes, en los combates y las matanzas que preceden al vuelo nupcial.

& Es esa una música casual que no turba su silencio interior? Verdad que no las conmueven los ruidos que producimos en torno de la colmena, pero quizá consideren que esos ruidos no son de su mundo y no tienen interés alguno para ellas. Es verosímil que, por nuestra parte, no oigamos más que una mínima parte de lo que dicen, y que emitan una multitud de armonías