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sus hábitos de trabajo, respetando todas sus leyes, siguiendo paso a paso el surco que en la vida traza su inteligencia, siempre encaminado hacia el bien de mañana y que nada desconcierta ni desvía de su objeto, el hombre puede acercárseles, rasgar la cortina rubia y tibia que forman á su alrededor sus ruidosos torbellinos, tomarlas en la mano, recogerlas como un racimo de frutas... son tan mansas, inofensivas como una nube de libélulas ó de falenas, y aquel día, dichosas, no poseyendo nada ya, confiadas en el porvenir, y con tal de que no se las separe de su reina que lleva ese porvenir consigo, se someten á todo y no hieren á nadie.

XVII

Pero la verdadera señal no ha sido dada todavía. En la colmena reina una agitación inconcebible y un desorden cuyo pensamiento no se puede descubrir. En las épocas ordinarias, y de vuelta en casa, las abejas olvidan que tienen alas, y cada una de ellas se mantiene casi inmóvil, pero no inactiva, en el sitio que le está designado por su género de trabajo. Ahora, trastornadas, se mueven en círculos compactos de arriba abajo de los tabiques verticales, como una pasta vibrante revuelta por una mano invisible. La temperatura interior se eleva rápidamente, hasta tal punto que la cera de los edificios se ablanda y deforma á veces. La reina que, por lo común no sale nunca de los panales