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Observando este efecto tan constante, el hombre ha sabido aprovecharse del admirable sentido político, del ardor para el trabajo, de la perseverancia, de la magnanimidad, de la pasión del porvenir que de él se derivan ó que en él se hallan encerrados. Gracias á ese efecto, hace ya algunos años que ha logrado domesticar hasta cierto punto y sin que ellas lo sepan, á las bravías guerreras que no ceden á ninguna fuerza y que en su inconsciente esclavitud, todavía no sirven sino á sus propias leyes sojuzgadoras. Puede creer que teniendo la reina tiene en la mano el alma y los destinos de la colmena. Según como la emplee, según como la maneje, por decirlo así, provoca, por ejemplo, y multiplica ó reduce le enjambrazón, reune ó di—vide las colonias, dirige la emigración de los reinos. No es menos cierto que la reina no constituye, en el fondo, nada más que una especie de viviente símbolo que, como todos los símbolos, representa un principio menos visible y más vasto, que es bueno que el apicultor tenga en cuenta si no quiere exponerse á más de un percance. Por lo demás, las abejas no se engañan y no pierden de vista, á través de su reina visible y efímera, su verdadera soberana inmaterial y permanente, que es su idea fija. Que esa idea sea consciente ó no, sólo importa si queremos admirar más especialmente á las abejas que