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62la tienen ó á la Naturaleza que la ha puesto en ellas. En cualquier punto que se encuentre, seaen esos débiles cuerpecillos, sea en el gran cuerpo incognoscible, la idea es digna de atención.

Y, para decirlo de paso, si nos cuidáramos de no subordinar nuestra admiración á tantas circunstancias de lugar y de origen, no perderíamos tan á menudo, la oportunidad de abrir los ojos con asombro, y nada es más benéfico que abrirlos así.

XXI

Se dirá que estas son conjeturas muy aventuradas y demasiado humanas, que las abejas no tienen probablemente idea alguna de ese género, y que la noción del porvenir, del amor de la raza, y tantos otros que les atribuimos, no son en el fondo sino las formas que adopta para ellas la necesidad de vivir, el temor al sufrimiento y á la muerte y el atractivo del placer.

Convengo en ello; todo esto no es, si se quiere, más que una manera de hablar, y poca importancia le doy. Lo único cierto en todo esto, como es lo único cierto en cuanto sabemos, es que se ha comprobado que en tal ó cual circunstancia, las abejas se conducen con su reina de tal ó cual manera. El resto es un misterio, y á su alrededor sólo pueden hacerse conjeturas más ó menos agradables, más ó menos ingeniosas.

Pero si habláramos de los hombres como sería indudablemente más cuerdo hablar de las abejas, ¿tendríamos derecho de decir mucho más?