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dar al asesinato la apariencia de la muerte natural; subdividen el crimen hasta lo infinito, de modo que se convierte en crimen anónimo.

Empaquetan» entonces á la soberana extranjera, para usar la expresión técnica de los apicultores, lo que significa que la envuelven por completo con sus cuerpos innumerables y entrelazados. Forman de ese modo una especie de cárcel viviente, en que la cautiva no se puede mover, y que mantienen en torno suyo durante veinticuatro horas si es necesario, hasta que muere de hambre ó sofocada.

Si la reina legítima se acerca en ese momento y, olfateando una rival, parece dispuesta á atacarla, las móviles paredes de la cárcel se abrirán al punto ante ella. Las abejas formarán círculo en rededor de ambas enemigas, y atentas pero imparciales, sin tomar parte en él, asistirán al combate singular, porque sólo una madre puede sacar el aguijón contra otra madre, sólo la que lleva en el vientre cerca de un millón de vidas parece tener derecho de dar de un sólo golpe cerca de un millón de muertes.

Pero si el choque se prolonga sin resultado, si los dos encorvados aguijones resbalan inútilmente sobre las pesadas corazas de quitina, la reina que haga ademán de huir, tanto la legítima como la extraña, será tomada, detenida y cubierta por la palpitante cárcel, hasta que manifieste la intención de volver á la lucha. Bueno es agregar que en los numerosos experimentos que se han hecho sobre este punto, se ha visto casi invariablemente que la soberana reinante ha