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redes verticales del monumento. Llegadas á la cúpula, las primeras que la alcanzan se aferran á ella con las uñas de sus patas anteriores; las que llegan en seguida se cuelgan de las primeras y así sucesivamente, hasta formar largas cadenas que sirven de puente á la multitud que continúa subiendo. Esas cadenas se multiplican poco a poco, reforzándose y enzarzándose hasta Io infinito, y se convierten en guirnaldas que, bajo la ascensión innumerable y no interrumpida, se transforman á su vez en una cortina espesa y triangular, ó más bien en una especie de cono compacto y vuelto hacia abajo, cuya punta se une á la cima de la cúpula, y cuya base baja ensanchándose hasta la mitad ó las dos terceras partes de la altura total de la colmena. En ese momento, cuando la última abeja que se siente llamada por una voz interior á formar parte del grupo, se une á la cortina suspendida en las tinieblas, la ascensión termina, todo movimiento va apagándose poco á poco en la cúpula, y el extraño cono aguarda durante largas horas, en un silencio que podría creerse religioso y en una inmovilidad que parece pavorosa, la llegada del misterio de la cera.

Entretanto, y sin preocuparse de la formación de la maravillosa cortina de cuyos pliegues va á descender un don mágico, sin parecer tentado á reunirse á ella, el resto de las abejas, es decir, todas las que han permanecido en la parte baja de la colmena, examina el edificio y emprende los trabajos necesarios.

El piso es cuidadosamente barrido, y las hojas }