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En los bajos relieves se esculpen los hechos gloriosos de Amenhotpu III, y en los muros las inscripciones explican esos grabados. La galería conduce al patio dé este faraón. Y es majestuoso el bosque de columnas, cuyos fustes son mazos de varias palmeras, que, a cierta altura, se exornan de un collar, antes de tomar el impulso que las corona con capiteles cúbicos.

Las piedras enormes diseminadas en el vasto claro, invitan a sentarse al viajero, y realmente parecen desprendidas por el tiempo del monumento que le va a sobrevivir para que medite un instante, mientras oye sin reposo el rumor del río que le volverá al peregrinaje... Desde aquí se ven en el fondo las construcciones de diversas capillas, y entre ellas el Santo de los Santos. Las hay dedicadas a la trinidad tebana, de Amón, Mut y Konsu ; en alguna, los dibujos narran el nacimiento de Amenhotpu, cuya madre respira el signo de vida que le presenta Isis, y alumbra amparada por los genios del Egipto. En el secos no se conservan vestigios de la divina barca : parece un sepulcro, y es de granito, sin un rayo de luz, cubierto de gavilanes en relieve con las alas plegadas, como para reposar en el seno de noche inmemorial... A la caída de la tarde el templo crece en hermosura, haciendo de sus restos un esplendor melancólico que abruma.