LA CIUDADELA
La ciudadela de Saladino ocupa una altura, con torres y murallas, sombrías como sus recuerdos. El fusilamiento de los Mamelucos estaba en las tradiciones de Oriente desde el célebre caso de los Ommiadas. En esta hecatombe se mezclaron la traición, la crueldad y la poesía. Los más importantes señores vivían en Damasco, y fueron convidados por Abdalá a un banquete. Eran noventa y se esperaba su juramento de fidelidad a la nueva dinastía. He aquí el resultado. El poeta Schobl viene a saludarles. Su canción se torna en lúgubre, y sus versos traen con sus alas el soplo de la muerte. El linaje de los Ommiadas debe perecer, desde el tronco de la palma hasta el retoño más joven. Es un dolor verlo sentado tan cerca del trono ; la sangre de Said pide venganza. . . Así canta el poeta ; y hombres de Abdalá caen sobre los convidados indefensos. Entre el fragor de las armas el voto se cumple : ni uno solo queda viviente, y los almohadones de los divanes cubren el rostro de los cadáveres. Después les sepultan entre ricos tapices, se les olvida, y el festín empieza.