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Sus besos se me antojan como hambrientos; busca sustancia, y se desentiende, enojado, de los meros halagos»—le dije.

«También me toma la comida de la boca—contesto; le presentó unas miguitas en los labios, cuajados de sonrisas y de interés cariñoso por los logros de la inocencia.

Aparté la vista. ¿Para qué hacer eso? No debiera acalorar mi fantasia con estos rasgos de inocencia y de dicha sobrehumana, y desadormecer mi pecho, mientras se mece en el regazo de la indiferencia...

Mas ¿por qué no?... Me trata con esta confianza, porque sabe adónde llega mi cariño.

15 de septiembre.

Es asunto de enfurecerse, el ver hombres sin alcance ni aprensión para lo poquisimo que hay en la tierra digno de aprecio. Ya sabes los nogales, a cuya sombra me senté con el respetable cura de St... y Carlota. ¡Que arbolones tan asombosos! ¡Sabe Dios cómo se regalaba con ellos mi espiritu embebecido!

¡Con qué halagüeña frescura entoldaban el umbral de la Abadía! ¡Qué ramaje tan pomposo, con el recuerdo del venerable eclesiástico que hacía tantos años los había plantado! El maestro de niños nos había repetido el nombre, que había oído a su abuelo; sujeto apreciabilisimo seria, y su memoria se me hacia sagrada debajo de los árboles. Sabe que el maestro me contó ayer, todo lloroso, que los habian cortado. ¡Cortado!— Estuve a pique de enloquecer: asseteara al sacrilego que descargó el primer -