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chismes; que se casó éste, que enfermo y de gravedad aquél. Tiene una tos seca; las coyunturas le asoman a la piel, se desmaya; no doy un ochavo por su vida—dijo la una—. «Muy mal lo pasa también N. N.»—repuso Carlota—. «Como que está todo hinchado—contestó la otra—. Mi acalorada imaginación me arrebató a la cabecera de los tales des venturados; contemplé con qué repugnancia veian ir a exhalárseles la vida, como... ¡Guillermo! Y mis hembras hablaban de esto como todos... que Fulano expiró. Me resuelvo, voy mirando el cuarto, aqui la ropa de Carlota, alli los papeles de Alberto, estos muebles, y ese tintero, ya mis amigos, y reflexiono:

«Hazte cargo de lo que eres en esta casa; todo en todo. Tus amigos te acatan; en ti cifran sus re y tu corazón aparenta que no le cabe existir sin ellos; y allá... cuando te marches, cuando te desvies de este cerco, ¿sentirán, por cuánto tiempo sentirán el vacío que tu pérdida producirá en su suerte? ¿Por cuánto? Tan frágil es el hombre, que aun donde estriba palpablemente su existencia, en donde su presencia es la única que verdaderamente hace bulto, se ha de borrar, se ha de desvanecer del pensamiento de sus intimos... y ¡tan pronto!...

27 de octubre.

Es asunto de traspasarse el pecho y volarse los sesos, esto de valer tampoco unos para otros. Cariño, complacencia, ardor, alborozo, si no los atesoro en mi, no me los darán los demás; y con el corazón