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un vasito de vino, vengo a parar en empinar una botella No haga usted tal—dice—, piense usted en Carlota...» «¡Que piense!—digo—, ¿necesita usted hacerme tal encargo? Ni pienso, ni cavilo, sino que a toda hora está usted conmigo. Hoy, me senté en el sitio de donde subió usted al carruaje... Hablóme de cualquier frusleria, para atajarme el camino de engolfarme en mi tema. En esto hemos venido a parar, mi querido; hace de mí cuanto se le antoja.

15 de noviembre.

Te agradezco, Guillermo, ese interés entrañable y ese consejo sanisimo, y así, descansa. Déjame desahogar; pues en medio de tantísimos quebrantos, todavia me queda espíritu para el intento. Venero, como sabes, la religión, y se me alcanza que sirve de báculo para los cansados y de estimulo para los flojos. Ahora bien... ¿Puede y debe ser lo mismo con todos? Si tiendes la vista por el gentio, tropezarás con miles para quienes no existió, miles para quienes no será, amonestados o desatendidos, ¿y ha de existir para mi? ¿No dijo el mismo hijo de Dios, que estarian con él los que le diera el Padre? ¿Y si yo no soy uno de los tantos? ¿Y si el Padre dispone que sea de los suyos, según me dicta el corazón?...

Te suplico que no lo interpretes siniestramente, no conceptúes algún escarnio en estas expresiones candorosas; te pongo de manifiesto mi alma toda; para no hacerlo así, enmudeciera; y así, sobre todo eso, que nadie cala al par que yo, no trato de hablar en balde. ¿La suerte humana viene a cifrarse más