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purisima boca... Si; ¿podré atreverme a decirtelo?...

No resisti más; me incliné jurando: nunca he de arrojarme a estamparos un beso, labios, donde se mece un espíritu celeste... Sin embargo... allá voy..pero, si vieras... me atajaba los intentos como un tabique... ¡Qué bienaventuranza!... Allá me postro para purgar este pecado... ¿Pecado?

26 de noviembre.

Suelo decirme: «Tu suerte es única; ensalza la ajena venturosa... pero nadie como tú martirizado.> Leo luego alguna poesía antigua, y parece que estoy viendo su contenido en mi interior. ¡He de padecer tantísimo! ¿Fueron los hombres de antaño igualmente desdichados?

30 de noviembre.

Ya está visto: no he de volver en mi. Por dondeniera que voy, me asaita una aprensión que me trastorna y desencaja. ¡Hoy! ¡Oh suerte! ¡Oh humanidad!

Salgo al rio hacia el mediodía, porque estoy desganado. Todo está desierto; una ventisca heladora sopla de la montaña, y un nublado pardusco va encapotando el valle todo. A lo lejos diviso un hombre, con un mal ropón verde, que trepaba por los riscos, en ademán de estar herborizando. Voivióse, al cercarme, por el rumor de mis pisadas, y vi una es ampa agradable, empañada con cierto desconsuelo, donde asomaban unas potencias apreciables.

Su negra cabellera, en parte arrollada en un moño