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ella una reconvención tácita? Sé muy bien, lo estoy percibiendo, que me mira con desagrado, que anhela mi lejanía, y que le es gravosa mi presencia.» Andaba, se paraba, o se volvía por arrebatos; encaminaba luego otra vez su marcha, y en sus confusos pensamientos y soliloquios vino por fin a llegar, involuntariamente, a la quinta.

Asomóse a la puerta, preguntó por el padre y por Carlota, y encontró la casa en una especie de conmoción. El mayorcillo le dijo que habia sobrevenido una desgracia en Wahlheim, donde habian muerto a un campesino... Apenas hizo alto en cuanto le dijo.

Entró en el cuarto, y encontró a Carlota afanada en amonestar al padre, que, a pesar de su indisposición, se empeñaba en ir al pueblo y al sitio para hacer la pesquisa competente. Ignorábase el malhechor, y, hallado el cadáver a la puerta de la casa, daba sospechas por ser criado de una viuda, quien había antes tenido a otro que salió mal de su grado de aquella colocación.

Al oir esto Werther, marchóse aceleradamente.

«¿Es posible?—exclamó—; voy allá; no puedo sosegar un momento.» Se fué volando a Wahlheim, tenia muy presentes las especies, y no dudó un momento que el agresor era el mismo con quien so—lía hablar, y que habia conceptuado tan recomendable.

Al pasar por los tilos para llegar a la taberna donde estaba depositado el cadáver, se horrorizó en el sitio, antes para él tan apetecido. Aquel umbral donde los niños del vecino solían travesear, estaba