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y la determinación más sosegada habían de acompañar este paso.

Sus dudas y contrastes sobresalen en un apunte, que probablemente era el arranque de alguna carta a Guillermo, y ha remanecido sin fecha entre sus papeles.


«Su presencia, su suerte y su interés por la mia, están todavia exprimiendo las postreras lágrimas de mi caldeado cerebro.

»En descorrer el telón y arrojarse viene a cifrarse todo... ¿Qué estremecimiento, qué demora es ésta? ¿Será porque no se alcanza a ver lo que hay detrás y porque nadie vuelve? Es, por cierto, propiedad de nuestra alma el suponer lobreguez y descamino, dondequiera de que nada se sabe a punto fijo.»


Por último, se fué ensimismando y empapando más en su aciago propósito, hasta aferrarse entrañablemente con él, como lo acredita la ambigua carta siguiente a su amigo.

20 diciembre.

«Gracias a tu intimidad, por el concepto que te merecen mis expresiones, tienes mil razones; me estaria bien el ir por allá. La propuesta que me haces para mi regreso no me llena; a lo menos quisiera dar un rodeo, y más cuando la helada firme y el buen camino me están brindando. También me es muy grato el que trates en venir en persona a cargar conmigo; dilatalo, sin embargo, por quince días, y espera todavía otra carta mia con particularidades...