Página:Las cuitas de Werther (1919).pdf/139

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
135
 

para usted—dijo Carlota—, encubriendo su ofuscación con una sonrisa cariñosa, también para usted habría su presente si se hallase en disposición, aun hay un cirio. ¿Qué significa eso de estar en disposición—exclamó él—. ¿Cómo debo, cómo puedo estar; Carlota del alma? El jueves—contestó—es Navidad; vienen los niños, luego mi padre, en demanda de su porción, en seguida usted... pero no antes.» Werther se sobrecogió... «Debo suplicarle, las circunstancias lo requieren; debo suplicarle, repito, por amor de mi sosiego; esto no puede, no puede seguir así...» Volvió Werther la vista, y empezó a pasearse por el cuarto susurrando entre sus dientes: ¡con que esto no puede seguir asi! Carlota, asustada de ver la violenta inmutación con que lo arrebataban estas palabras se afanó con varias preguntas por distraerle, pero sin fruto. «No, Carlota—exclamó—; no la he de ver a usted más. ¿Por qué?—le preguntó—; usted puede y debe visitarnos con tal que se reporte.

¿Por qué se ha de disparar usted con esa vehemencia, con ese desenfreno, acalorándose por todo? Le ruego a usted—continuó, cogiéndole la mano—conténgase usted. Ese despejo, esa instrucción, ¡cuántos recursos no ofrecen para explayarse? Sea usted hombre, y despréndase de ese aciago interés por una persona que nada puede ya más que compadecerle...» Mordiase los labios y miraba más desencajado. Estrechóle Carlota la mano, y le dijo:

—Vaya, un ratito de sosiego, Werther. ¿No se hace usted cargo de que se engaña a sí mismo, llevando adelante ese empeño? ¿Para qué aferrarse conmigo -