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desde ese punto eres mía; mia, Carlota. Allá me adelanto; voyme hacia mi padre y hacia el tuyo. A él clamaré, y me consolará hasta tu llegada; y entonces vuelo a tu encuentro, te abrazo y vivo contigo en presencia del infinito, con enlace perpetuo.

No sueño, ni deliro; asomado al sepulcro, todo se me despeja. Renaceremos y nos reuniremos. Veré a tu madre, la veré, la hallaré, le explayaré lo intimo de mi corazón. ¡Tu madre! ¡Tu imagen!»> A eso de las once, preguntó Werther a su criado si Alberto estaria ya de vuelta. Respondióle que si, por haber visto pasar su caballo; y entonces le dió una esquelilla abierta con este contenido:

«¿Tendrá usted a bien prestarme sus pistolas para el viaje que tengo dispuesto? Páselo usted muy bien.»> Desvelóse la peregrina dama la última noche; presintió el aciago paradero, muy diverso de cuanto pudo presumir y temer; su sangre acendrada y apacible se disparó en arrebato calenturiento, y mil violentos latidos desgarraban su corazón candoroso.

¿Habiasele internado el fuego de los abrazos de Werther? ¿Indignábase por su temeridad? ¿Parangonaba amargamente su estado actual con aquellos días bonancibles de inocencia intacta y desahogada, tan bien hallada consigo misma? ¿Cómo le saldría al encuentro a su marido? ¿Cómo noticiarle un lance, que, aun cuando osase comunicárselo, no se atrevia a comunicárselo a sí misma? Después de haber estado tanto tiempo silenciosos, ¿seria ella la que WERTHER 11