Página:Las cuitas de Werther (1919).pdf/171

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
167
 

tros queridos del alma. Al desviarme anoche de ti al atravesar tus umbrales, los tenía enfrente. ¡Con qué embeleso los contemplé miles de veces, y con las manos tendidas les tomé por nortes para encaminarme a mi bienaventuranza!, y todavia... ¡Oh Carlota!

¿Qué habrá que no me recuerde a ti? ¿Dónde no me estás presente? ¿No he estado, a manera de niño, arrebatando para mi desaladamente cuantas fruslerias hubieres llegado a tocar?

»Adorado retratillo: allá te lo devuelvo por vía de manda, y te suplico que lo custodies. Miles y miles de besos estampaba en él, y miles de saludos le rendia al salir y al volver a casa.

»Ruego al padre por medio de una esquelilla que se sirva resguardar mi cadáver. En el atrio de la iglesia, a la esquina que mira al campo, hay dos tilos, a cuyos pies anhelo descansar. Puede, y no dejará de hacerlo por un amigo, y más si tú se lo recomiendas. No trato de pedir a los fieles cristianos que coloquen sus restos junto a los de un triste desventurado. ¡Ay!, quisiera que se me enterrase en un camino o en un valle solitario, para que sacerdotes y levitas pasasen de largo con sus bendiciones, y los samaritanos derramasen alguna lágrima.

Aqui estoy, Carlota, no me estremezco al empuñar el yerto y pavoroso cáliz, en el cual voy a beber el sueño de la muerte. Tú me lo brindas, y no me emperezo. Aqui se cifra todo, y así se cumplen todos los anhelos y esperanzas de mi vida. Tan sereno y tan erguido descargo el aldabazo sobre la puerta herrada de la muerte.