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cerca el recinto, los grandiosos árboles que entoldan en torno, la frescura del sitio; todo este conjunto embelesa a un tiempo y desconsuela. Siéntome alli todos los días por espacio de una hora. Las muchachas del pueblo acuden por agua; quehacer tan inocente como indispensable, que en lo antiguo solían desempeñar infantas. Asáltanme sentado intensísimos recuerdos patriarcales, con aquello de que los mayores en las fuentes entablaban sus enlaces y festejos, y que por las fuentes y manantiales revolotean espiritus cariñosos. No habrå por cierto quien, tras el angustioso ejercicio del estio, se haya recreado con el fresco de una fuentecilla, y no se empape en idénticos pensamientos.

13 de mayo.

Preguntasme si me devolverás los libritos... Amor mío, déjame en paz, por Dios Santo. No más arrobos, impetus ni acaloramientos, harto hierve de suyo mi corazón; arrullos quiero, y los hallo que rebosan en mi Homero. ¡Cuánto no halaga y adormece los arrebatos de mi sangre! Pues no has visto corazón más desigual, más alborotado que el mío. ¡Ay querido! ¿Necesitas que te lo noticie, a ti que cargaste y recargaste con el peso de explayarme en mis desconsuelos, y me has visto ir a parar de una melancolia halagüeña a congojas mortales? Haz cuenta que mi corazón es un niño enfermizo a quien hay que satisfacer todas sus voluntariedades. Callémoslo, porque hay gentes que harian caudal para zaherirme.