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Nos fuimos entreteniendo con minuetos; fui sacando una dama tras otra, y siempre las más zompas eran las más tardias en dar la mano y acabar la danza. Carlota y su pareja pusieron una contradanza, y ya te puedes figurar cuán de perlas me vino el tener yo que hacer frente con ella en el arran que. Hay que verla bailar. Ello es que todo su corazón y toda su alma están alli concentrados. Su cuerpo armónico, sin afán, sin estudio, como si fuese propiedad nacida y ajena de su noticia, campea y se desentiende en aquel punto de cuanto existe.

Pedile la segunda contradanza; me ofreció la tercera, y con el despejo y el donaire del mundo me manifestó que bailaria, con mil amores, una alemanda. «Es aquí estilo, añadió, que cada pareja sigue inseparable para la alemanda, y como mi compañero no acierta a valsar, me agradece el que le descargue de este empeño; la pareja de usted, ni sabe, ni puede tampoco, y he visto en la contradanza que usted valsa maestramente; si usted quiere acompañarme en la alemanda, puede usted ir a recabarlo de mi pareja, que yo haré otro tanto con la de usted». Le di la mano, y quedó arreglado que su pareja se dedicase a divertir a la mia.

Salimos, y nos estuvimos un rato entreteniendo con redoblados enlaces y desenlaces de brazos. ¡Con qué primor! ¡Con qué agilidad se movia! Nos abalanzamos a valsar, y como al pronto el cerco era desahogado, nos explayamos con ensanche; pero luego, habiéndose estrechado, nos dimos un enconWERTHER