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troncillo de traspiés. Nos fuimos ajuiciando y amainando con nuestra furia: y como los torpes iban franqueando el recinto, entramos de nuevo, y nos arrebatamos con otra pareja, Audran y su compañera. Nunca fui tan al vuelo ni tan cabal... Dejé de ser hombre. Tener en mis brazos beldad tan peregrina, girar con la rapidez de un torbellino, que arrebata cuanto le rodea y... Guillermo, a fe de mi pundonor, llegué a jurar que una idolatrada mia no valsaria sino conmigo. y a medida de mi albedrio...

Ya me entiendes.

Dimos algunas vueltas por la sala para desfogarnos. Sentose, y las naranjas que traje conmigo, y eran ya las únicas y postreras, surtieron un efecto asombroso; pero cada cachito que madama, por atención, iba repartiendo a sus descomedidas vecinas, era un puñal que me traspasaba las entrañas.

En la tercera contradanza fuimos la segunda pareja. Mientras las corriamos todas, y Dios sabe con cuán sumo embeleso, me colgaba de sus brazos y de sus ojos, como que era para mi la gloria de las glorias, una dama interesante por la traza, aunque ya fuera de su florida lozanía, miraba sonriéndose a Carlota, y enarbolando un dedillo amenazadorentono por dos veces el nombre de Alberto, allá al paso, y con cierto retintin.

Y ¿quién es ese Alberto—dije a Carlota—, si es que no raya la preguntilla en desacato?»—Iba a contestarme, cuando tuvimos que desviarnos para la cadena, y al encararnos de nuevo, se me figuró que asomaba alguna cavilación en su semblante.

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