Página:Las cuitas de Werther (1919).pdf/42

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
38
 

adormeciendo. Preguntôme Carlota si quería yo también dormir, que por ella no me preocupase. «Mientras vea esos ojos abiertos—le contesté mirándola con ahinco—no hay peligro de modorra.»—Nos apeamos entrambos hasta la misma puerta, donde acudió, quedito, su muchacha, y le informó, por sus preguntas, que padre y niños seguían sin novedad, durmiendo todavía. Al dejarla, le supliqué me permitiese' visitarla aquel mismo día; quedó conforme, y estoy de vuelta. Desde entonces, ya pueden el sol, la luna y los astros, desempeñar apaciblemente su giro, yo no sé si es de día o de noche, y el universo entero se sumió en derredor de mi.

21 de junio.

Estoy viviendo días tan dichosos, como los que reparte el Altísimo a sus bienaventurados; y sucédame lo que quiera, no seré yo quien diga que no he disfrutado los logros, los más acendrados logros de la vida... Ya sabes, mi Wahlheim; de allí media menos de una horita hasta Carlota; alli me gozo conmigo mismo, y paladeo cuanta dicha cabe en el hombre.

¡Quién soñara, al recoger Wahlheim por término de mis paseos, que estuviese tan inmediato a mi cielo! ¡Cuántas veces he visto la quinta, ahora centro de todos mis anhelos, allá en mis lejanas andanzas, ya desde una cumbre, ya desde la vega por allende el río!

Amiguisimo Guillermo, no ceso de recapacitar ese afán de los hombres por esparcirse y vagar en pos