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certidumbre?... No conozco sujeto que me cause zozobra en cuanto al pecho de Carlota; y, sin embargo..., en hablando de su novio, ¡con qué vehemencia, con cuánto cariño se expresa!... Héteme como uno a quien se despoja de timbres y honores, y luego se le desarma.

16 de julio.

¡Cuánto redoble corre por mis venas, cuando inadvertidamente mis dedos se rozan con los suyos, o nuestros pies se encuentran por debajo de la mesa!

Retirolos como de la lumbre, y un impulso intimo los empuja de nuevo para delante... tal es el vaivén de todas mis potencias... ¡Oh! Su inocencia, su alma angelical, no percik hasta qué punto me asaetean sus más mínimas finezas... Si tal vez hablando pone su mano sobre la mia y en la eficacia del coloquio se me acerca tanto que el aliento celestial de su boca alcanza a mis labios... me voy desmayando como acentelleado... Y, Guillermo, cuando ella se me confia, ¡aquel cielo, aquella intimidad!... Ya me entiendes. No; mi corazón no es de los encenagados... débil, débil de sobras... ¿Y esto no es ya corrupción?

Para mi ella es un sagrado. Todos mis impetus se postran a su presencia. A su lado no acierto a saber lo que me pasa, y es como si el alma se me fuese explayando por todos mis nervios...

¡Qué melodia cuando toca el piano con aquel espiritu angélico, tan sencillo como expresivo! Tiene un cantar predilecto que despeja todos mis quebran-