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tas... Acá para nosotros, estoy acechando que el hombre tenga algún quehacer. ¡Ay! Entonces acudo, y estando solita siempre me va de perlas.

8 de agosto.

Por Dios, querido Guillermo, que no hablo contigo, cuando supongo a los hombres insufribles, al requerir tanto rendimiento con la suerte inevitable.

Ni soñé siquiera que te atuvieses a semejante sistema. Pero, en realidad, lo aciertas. Pero fijémonosamigo del alma. Poco se aventaja en el mundo con la disyuntiva de aquello o esto; la sensibilidad o el denuedo se sombrean tan redobladamente, como los grados intermedios del aguileño y el chato.

Por tanto, no llevarás a mal que me explaye en el asunto y procure situarme entre esto o aquello.

O estás, me vienes a decir, esperando, o no, con Carlota. Corriente en el primer caso; hazte adelante hasta colmar la medida de tus anhelos. En el segundo, haz de la necesidad virtud, y arroja allá una pasión que acabará con todas tus potencias... Amado mio, eso está dicho pronto y bien.

¿Y al desventurado que se va desahuciadamente amorteciendo con una enfermedad alevosa, intentarás recabarle que se despene de una vez por medio de una puñalada? ¿Y aquel idéntico enemigo, que le socaba sus facultades, no le desapropia también de la pujanza necesaria para libertarse?

Pudieras contestarme con un simil de la misma calaña: ¿quién no se deja desde luego cercernar un brazo, más bien que jugarse la vida, con temblores