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la dicha de que carece, y gozar el complemento de cuantos logros está echando de menos. Mutuos comprometimientos sellan de remate sus esperanzas; tiernas finezas, que avivan más y más sus anhelos, aherrojan toda su alma; se mece en una confianza confusa, en un paladeo anticipado de bienaventuranza; sobreponese a su esfera, y alarga, al fin, los brazos para afianzar estrechamente sus anhelos..., y su adorado la abandona... Atónita, sin sentido, está asomada a un despeñadero; anúblase el sol; sin espéranza, sin arrimo, sin consuelo... puesto que la desamparó quien era el centro de su existencia. Ni ve el mundo que tiene delante, ni los muchos que pudieran reparar aquel menoscabo. Su pecho estaba solitario y en desamparo del universo... Ciega y arrebatada, y en el disparador de la urgencia incontrastable de su corazón, se derroca y empoza, para acabar, por medio de una muerte ejecutiva, con los vaivenes que la martirizan... Mira, Alberto, esta es la historia de muchísimos hombres, y dime ¿no estamos en el caso de la dolencia? La naturaleza no halla escape del laberinto de su pujanza menoscabada o contrapuesta, y el paciente tiene que fenecer.

Malhayan cuantos la vean y exclamen: ¡Ah loca!

Si hubiese tenido espera, y dado lugar a que hubiese obrado el tiempo, luego orillara su desesperación, luego hallara otro para consolarse... Es lo mismo que decir: ese loco falleció de calentura; si él tira un tanto para que su pujanza se restableciera, sus humores se acendraran y el alboroto de su sangre .