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21 de agosto.

En vano tiendo mis brazos en pos de ella, por la madrugada, al desasirme de mis pesadillas; en balde la estoy buscando de noche en mi lecho, cuando un venturoso e inocente ensueño me embelesa, sentándome junto a ella en la pradera, asiéndole la mano y estampándole en ella besos a millares. ¡Ah! Cuando allá entre sueños la estoy palpando, y en mi alegrón... un torrente de lágrimas brota de mi corazón ahogado, y lloro sin consuelo contra esa lobreguez de lo venidero.

22 de agosto.

Es muy lastimoso, Guillermo, que esta actividad ejecutiva, quede atajada con un ocioso desasosiego, y asi ni acierto a holgar ni a emplearme. Yace mi alma sin proyectos, sin sensaciones, sin estudios. En faltándose uno a sí mismo, le falta todo. Te juro que suelo apetecer verme hecho un jornalero, y, a la madrugada, acudir a mi afán, sin más miras ni más esperanzas que para el día viniente. ¡Cuánto envidio a Alberto, al verle con todos sus sentidos clavados en un proceso, figurándome lo bien hallado que estaría con ser otro él! A veces me pongo sobre mi; voy a escribir al ministro, en demanda de la plaza junto al embajador, que, según me asegura, es corriente. Así lo creo; me aprecis el ministro hace tiempo, y se me ha mostrado er ánimo de colocarme, y ello es que se ha de hacer. Luego, al recapacitarlo, me enamora la fabulilla del caballo, que, mal hallado con su libertad, se aviene con el freno