Página:Las cuitas de Werther (1919).pdf/89

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
85
 

¡Qué charolada desdicha la de estas gentes inmundas que se están viendo de continuo; su mania de grandezas, el afán con que se acechan y fiscalizan para anteponerse un pasito en sus competencias; los arranques lastimosos y deplorables, mal encubiertos! Hay una dama, por ejemplo, que a todos habla de su nobleza y de sus haciendas, en términos de embaucar a los extraños, y es una necia que, con sus humos, de sangre azul y de heredades, sueña mil portentos; y luego, lo que enfada más, es el saber que es hija de un escribientecillo. No alcanzo el desconcierto humano, que tan torpemente se desborda.

A la verdad, amigo del alma, que por cada dia echamos de ver el desvarío de ajustar los demás a su propia medida, y como tengo tanto que hacer conmigo mismo, y es tan alborotado este pecho, dejo a los demás que sigan su camino, con tal que me dejen andar por el mio.

Lo que más me vuela, es la aciaga etiqueta de los conciudadanos. Me hago cargo, como cualquiera, de la necesidad de las jerarquias y de las ventajas que acarrean; pero que no atajen el camino por donde se me depare disfrutar algún logro, y allá cierta vislumbre de felicidades sobre la tierra. Trabé últimamente conocimiento con la señorita de B... en el paseo, de suyo amabilísima y de esclarecidas prendas, en medio de su vida empalagosa. Nos fué gustoso el coloquio, y, al despedirnos, le pedi permiso para visitarla. Se me brindó con tanto agrado, que estuve impacientísimo de que se rodease la oportu-