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el Conde se desenzarzase de la faramalla cumplimentera, cuando entra mi señorita B... Como mi corazón se explaya siempre un tanto al verla, trato de quedarme, me coloco a su espalda, y tras un ratillo, echo de ver que me hablaba, no como solía, con soltura, sino con cierto empacho. Extrañé la novedad.

¿Si será una de la grey?, estuve pensando. Y desatinado, quise irme. Permanecí, no obstante, ya por estar propenso a sincerarla; no acababa de creerlo, esperaba de ella un agasajo, y... lo que quieras. Entretanto se fué cuajando la tertulia. El barón F..., de pontifical, con su gala de la coronación de Francisco I; el consejero áulice R..., echando el resto, y el titulado caballero S..., con su sorda consorte, etcétera; no olvidemos el mat pergeñado J..., que reviste el desfalco de sus antiguallas, mal paradas, con arrapiezos flamantes; se fué agolpando la garulla; hablé con algún conocido, y estuvieron todos muy lacónicos. Quedé enterado, y sólo hice alto en mi B... No adverti que las damas secreteaban al extremo del salón, que los hombres se arremolinaban, y que la señora de S... hablaba con el Conde (co:no me lo ha referido después la señorita B...), hasta que, al fin, el Conde, llamándome a una ventana, me dijo: «Ya está usted impuesto en nuestras peregrinas etiquetas; parece que la concurrencia ileva a mai la presencia de usted. Por mí, ni aun asomo...—V. E. habrá de perdonar; pues ya debiera yo haber caido en eso; y me consta que se me disimulará esta torpeza: queria hacer rato, despedirme, añadí, pero algún espíritu maligno me ha