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Un estoque era cada palabra suya, que me atravesaba las entrañas. No se hacía cargo que, fuera conmiseración conmigo el callarme todo eso, y sólo añadió cuanta glosa se haria, y cuán triunfantes se ostentarian cierta especie de gentes. ¡Cómo se engreirán y me pellizcarán, con el escarmiento de mi presunción y menosprecio general, que tanto me tienen vituperado! ¡Y oir todo eso Guillermo, con el eco del interés más entrañable!... Estaba ido, y ahora mismo, interiormente, me enfurezco. Anhelaba que alguien osase echármelo en rostro para enristrarle una estocada, la vista de la sangre me balsamaria. Cien veces he empuñado ya un cuchillo para franquear aliento a mi pecho atosigado. Se habla de una casta de caballos, que al verse sobremanera acalorados y desbocados, se abren por instinto una vena, para desahogar la respiración; asi pudiera yo abrirme la vena que me acarrease independencia perpetua.

24 de marzo.

He pedido a la Corte mi licencia, que supongo se me concederá, y me habrás de perdonar, si antes no te he pedido permiso. Tenía que hacerlo, y me fignro cuánto me dirías para reducirme a continuar, y además... Haz por amainar el temple de mi madre, pues yo no alcanzo a tanto, y quizá no le disguste el que yo me calle. Estará, por cierto, apesadumbrada. El ver atajada la brillante carrera de un hijo que allá se encumbraba a consejero áulico, a embajador, quedando reducido a la grey del establo...