gran salón que estaba lleno de harina y de grano de todas las especies, de manjares de todas clases y de otras muchas cosas. Y vimos en medio del salón un lecho cubierto por unas cortinas. Mi tío miró hacia el interior del lecho, y vió á su hijo en brazos de aquella mujer que le había acompañado, pero ambos estaban totalmente convertidos en carbón, como si los hubieran echado en un horno.
Al verlos, escupió mi tío en la cara á su hijo y exclamó: «Mereces el suplicio de este bajo mundo que ahora sufres, pero aún te falta el del otro, que es más terrible y más duradero.» Y después de haberle escupido, se descalzó una babucha y con la suela le dió en la cara.»
PERO CUANDO LLEGÓ LA 12.ª NOCHE |
He llegado á saber, ¡oh rey afortunado! que el saaluk, mientras la concurrencia escuchaba su relato, prosiguió diciendo á la joven:
«Después que mi tío dió con la babucha en la cara de su hijo, que estaba allí tendido y hecho