¡Juré no arrancar nunca tu amor de mi corazón! ¡Y sin embargo, mi corazón está triste y sediento de tu amor! ¡He bebido en una copa en la cual encontré el amor puro! ¿Por qué no han humedecido tus labios esa copa en que encontré el amor?... Después me dijo: «¡Oh joven mercader! ¿tienes telas buenas que enseñarme?» A lo cual contesté: «¡Oh mi señora! Tu esclavo es un pobre mercader, y no posee nada digno de ti. Ten, pues, paciencia, porque como todavía es muy temprano, aún no han abierto las tiendas los demás mercaderes. Y en cuanto abran, iré á comprarles yo mismo los géne- ros que buscas.» Luego estuve conversando con ella, sintiéndome cada vez más enamorado. Pero cuando los mercaderes abrieron sus esta- blecimientos, me levanté y sali á comprar lo que me habia encargado, y el total de las compras, que tomé por mi cuenta, ascendía á cinco mil dracmas. Y todo se lo entregué al eunuco. Y en seguida la joven partió con él, dirigiéndose al sitio donde la esperaba el otro esclavo con la mula. Y yo entré en mi casa embriagado de amor. Me trajeron la comida y no pude comer, pensando siempre en la hermosa joven. Y cuando quise dormir huyó de mi el sueño. De este modo transcurrió una semana, y los mercaderes me reclamaron el dinero; pero como no volví á saber de la joven, les rogué que tuviesen un poco de paciencia, pidiéndoles otra semana de
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Apariencia