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Página:Las mil noches y una noche v22.djvu/205

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HISTORIA DEL PASTEL HILADO...

pobre que había visto la muerte negra y la muerte roja y probado todas las calamidades, se sentó en un trono en el patio del palacio. Y presentóse ante él una multitud de bailarines, de luchadores, de tañedores de instrumentos, de tambores, de saltimbanquis, de bufones y de alegres charlatanes, para divertirle y divertir al rey y á los grandes de palacio. Y desplegaron toda su destreza y sus talentos. Y Maruf hizo que el propio visir le llevara sacos y sacos llenos de oro, y se puso á coger dinares y á arrojarlos á puñados á todo aquel pueblo tamborileante, danzante y lulante. Y el visir, muriéndose de despecho, no tenía ni un instante de reposo, obligado á llevar sin tregua nuevos sacos de oro.

Y aquellas diversiones y aquellas fiestas y aquellos regocijos duraron tres días y tres noches; y el cuarto día por la tarde fué el día de las bodas y de la penetración. Y el cortejo de la recién casada era de una magnificencia inusitada, porque así lo había querido el rey; y á su paso, cada dama colmaba á la princesa de regalos que iban recogiendo las mujeres del séquito. Y de tal modo se la condujo á la cámara nupcial, en tanto que Maruf decía para sí: «¡Vaya, vaya, vaya! ¡Suceda lo que suceda! ¿A mi qué me importa? Así lo ha querido el Destino. No hay que huir ante lo inevitable. ¡Cada cual lleva su destino atado al cuello! Todo esto te ha sido escrito en el libro de la suerte, ¡oh remendón de calzado viejo! ¡oh vapuleado por tu mujer! ¡oh Maruf! ¡oh mono!»