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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

al rey.» El jeque le preguntó: «¿Qué asunto es ese?» El visir contestó: «El rey me pide que haga que le escriban un sello que esté construído de manera que, si está él alegre, no se enfade, y si está enfadado, no se alegre.» Y el jeque de los árabes le dijo: «¿Nada más que eso?» El visir contestó: «¡Nada más! El otro le dijo: «Está bien. Siéntate. Voy á traerte de comer.»

Y el jeque de los árabes dejó un momento al visir, y fué á ver á su hija, que se llamaba Yasmina, y le dijo: «¡Oh hija mía Yasmina! Prepara el almuerzo para un huésped.» Ella le dijo: «¿De dónde viene ese huésped?» Él contestó: «De parte del sultán.» Ella le preguntó: «¿Y qué quiere?» Y su padre le contó la cosa. Pero no hay utilidad en repetirla.

Entonces Yasmina, aquella dama de los árabes, preparó al punto un plato de huevos, en el cual había treinta huevos y mucha manteca dulce, y se lo dió á su padre, con ocho panecillos, diciéndole: «Da esto al viajero y dile: «Mi hija Yasmina, dama de los árabes,, te saluda y te dice que ella te escribirá el sello. Y te dice, además: «El mes apenas tiene treinta días, el mar hoy está lleno, y ocho días constituyen una semana.» Y su padre dijo: «Está bien.» Y cogió el almuerzo y se marchó.

Y mientras caminaba, la manteca del plato se le vertió en la mano. Entonces dejó el plato en el suelo, cogió uno de los panes, pringó en él la manteca que tenía en la mano, y se lo comió, amén de