marcha. Y el hombre que era califa de Alah sobre la tierra, y que había hecho doblar la cabeza ante el estandarte del Islam á tantos potentados, abandonó Medina sin guardia, sin séquito, montado en un camello que llevaba dos sacos, uno de los cuales contenía cebaba para el bruto y el otro dátiles. Y delante llevaba un plato de madera y detrás un odre lleno de agua. Y caminando día y noche, sin detenerse mas que para rezar la plegaria ó para hacer justicia en el seno de alguna tribu encontrada al paso, llegó asi á Jerusalén. Y firmó la capitulación. Y se abrieron las puertas de la ciudad. Y llegado que fué à la iglesia de los cristianos, advirtió Omar que estaba próxima la hora de la plegaria; y preguntó al patriarca Sofronios dónde podría cumplir con aquel deber de los creyentes. Y el cristiano le propuso la propia iglesia. Pero Omar se escandalizó, diciendo: «No entraré á orar en vuestra iglesia, y lo hago en interés vuestro, cristianos. Porque si el califa orara en este lugar, los musulmanes se apoderarían de este sitio al punto, y os lo arrebatarían sin remedio.» Y tras de recitar la plegaria volviéndose hacia la Caaba santa, dijo al patriarca: «Ahora, indícame un paraje para alzar una mezquita en que los musulmanes puedan, en lo sucesivo, reunirse para rezar la plegaria sin turbar á los vuestros en el ejercicio de su culto.» Y Sofronios le condujo al emplazamiento del templo de Soleimán ben Daúd, al mismo paraje en donde se había dormido Yacub, hijo de Ibrahim. Y seña-
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Apariencia