ras agua á la leche?» Y la vieja contestó: «¡Oh Emir de los creyentes, te aseguro que no lo he vuelto á hacer.» Pero aún no había pronunciado estas palabras, cuando se hizo oir, indignada, desde dentro una voz de joven, que dijo: «¡Cómo, madre mia! ¿Te atreves á mentir en la cara del Emir de los Creyentes, añadiendo con ello al fraude una mentira, y á la mentira la falta de veneración al califa? ¡Alah os perdone!»
Y Omar oyó estas palabras y se detuvo conmovido. Y no hizo el menor reproche á la vieja. Pero encarándose con sus dos hijos, Abdalah y Acim, que le acompañaban en su paseo, les dijo: «¿Cuál de vosotros dos quiere casarse con esa virtuosa joven? Todo hace esperar que Alab, con el soplo perfumado de sus gracias, dé á esa niña una descendencia tan virtuosa como ella.» Y contestó Acim, el hijo menor de Omar: «¡Oh padre mio! yo me casaré con ella.» Y se efectuó el matrimonio de la hija de la lechera con el hijo del Emir de los Creyentes. Y fué un matrimonio bendito. Porque les nació una hija, que se casó más tarde con Abd El-Aziz ben Merwán. Y de este último matrimonio nació Omar ben Abd El-Aziz, que subió al trono de los Omniadas, siendo el octavo en el orden dinástico, y fue uno de los cinco grandes califas del Islam. Loores al que eleva á quien le place.
—Y Omar acostumbraba á decir: «No dejaré
nunca sin venganza la muerte de un musulmán.»