al niño, se arrojó sobre él llorando, y le tomó en sus brazos, cubriéndole de besos y apretándole contra ella, en el límite de la emoción.
En cuanto á la nodriza, se apresuró á ir á presentarse entre las manos del califa, y le contó lo que acababa de pasar, añadiendo: «Y esa dama no es otra que la purisima Saleha, la hija del venerable ansariano jeique Saleh, que ha visto y seguido como discípulo abnegado á nuestro Profeta bendito (¡con Él la plegaria y la paz!)»
Y Omar reflexionó. Luego se levantó, cogió su sable, se lo escondió debajo del vestido, y fué á la casa indicada. Y encontró al ansariano sentado á la puerta de su morada, y le dijo, después de las zalemas: «¡Oh venerable jeique! ¿qué ha hecho tu hija Saleha?» Y el jeique contestó: «¡Oh Emir de los Creyentes! ¿mi hija Saleha? Alah la recompense por sus buenas obras. Mi hija es de todos conocida por su piedad y su conducta ejemplar, por su conciencia en cumplir sus deberes para con Alah y para con su padre, por su celo en las plegarias y demás obligaciones impuestas por nuestra religión, por la pureza de su fe.» Y Omar dijo: «Está bien. Pero yo desearía tener una entrevista con ella, para aumentar su amor al bien y animarla aún más á practicar obras meritorias.» Y dijo el jeique: «Alah te colme con sus favores, joh Emir de los Creyentes! por la buena voluntad que tienes á mi hija. Espera aquí un momento á que yo vuelva, pues voy á anunciar tus propósitos á mi hija.» Y entró, y pidió