Ir al contenido

Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/145

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
143
LOS TRAGALUCES DEL SABER...

Llevabas el compás con tus manos, meneando la cabeza y balanceándote dulcemente. Parecías ebrio. Estabas como loco.»

Y al oír estas palabras, exclamé: «¡Ah! por la memoria de mi padre Ibrahim, te juro que ahora estoy más loco que nunca por ese canto rico y hermoso. ¡Ya Alah! ¿qué no daría yo por oirlo, incluso falseado, incluso truncado? ¡Una nota de ese canto por diez años de mi vida! ¡Mira por dónde, hablándome de ello, acabas de atizar cruelmente el fuego de mis penas y soplar en la brasa de mi desesperación!» Y añadi: «¡Por favor, dejad, dejad que me vaya! ¡Tengo prisa por preparar y organizar mi marcha inmediata al Hedjaz!»

Y al oir estas palabras, sin soltar la brida de mi asno, la joven se echó á reir con risa ruidosa, y me dijo: «Y si yo misma te cantara la cantilena hedjaziense: ¡Oh hermosura del cuello de mi Molaikah! ¿persistirías en partir para el Hedjaz?» Y contesté: «¡Por tu padre y por tu madre, ¡oh hija de gentes de bien! no tortures más á quien acecha la locura!»

Acto seguido, sujetando siempre la brida de mi asno, la joven entonó de pronto la cantilena que me tenía loco, y con una voz y con un método mil veces más hermoso que cuando en otro tiempo la oi de boca del hedjaziense. ¡Y el caso es que no había ella cantado mas que á media voz! Y en el limite del transporte y de la dicha, sentí que una gran dulzura calmaba mi alma torturada. Y me apeé precipitadamente de mi asno y me eché á los