recto y tan verídico como el emir Maruf (¡Alah le colme con sus gracias!) He aquí lo ocurrido desde el instante en que te dejé: A la caída de la noche, en el momento en que mi bienamado esposo entraba en mi aposento, ocurrió que el eunuco que tengo á mi servicio solicitó hablarnos para comunicarnos una cosa que no admitía dilación. Y se le introdujo, y llevaba una carta en la mano. Y nos dijo que acababan de entregarle aquella carta diez mamaliks extranjeros, ricamente vestidos, que deseaban hablar con su amo Maruf. Y mi esposo abrió la carta y la leyó; luego me la dió y yo la leí también. Era del propio jefe de la gran caravana que esperáis con tanta impaciencia. Y el jefe de la caravana, que tiene á sus órdenes, para acompañar al convoy, quinientos jóvenes mamaliks, semejantes á los diez que esperaban á la puerta, explicaba en aquella carta que durante el viaje habían tenido la mala suerte de encontrarse con una horda de beduinos desvalijadores, salteadores de caminos, que les habían salido al paso. De ahí proviene el primer motivo del retraso en llegar la caravana. Y decía que después de triunfar de aquella horda, algunos días más tarde les atacó de noche otra banda de beduinos mucho más numerosa y mejor armada. Y de ello resultó un combate, en que la caravana, desgraciadamente, perdió cincuenta mamaliks muertos, doscientos camellos y cuatrocientos fardos de mercancías valiosas.
»Al saber tan desagradable noticia, mi esposo,