he aquí que parece que ha emprendido el vuelo cl pájaro de su inteligencia.»
Y hubo gemidos y suspiros hasta la mañana. Y al despuntar la aurora se informó á su padre el rey y á su madre la reina de lo que pasaba. Y cou el corazón abrasado, fueron á observar por sí mis- mos, y vieron que su encantadora hija tenía un aspecto extraordinario y se hallaba en un estado singular. Estaba sentada, con los cabellos y las ropas en desorden, el rostro descompuesto, sin re- parar en su cuerpo y sin atención para su corazón. Y á todas las preguntas que le hacían respondía sólo con el silencio, meneando la cabeza con pudor y sembrando así en el alma de su padre y de su madre la turbación y la desolación.
Entonces quedó decidido llamar á los médicos y á los sabios exorcistas, que lo pusieron todo á con- tribución para sacarla de su estado. Pero no obtu- vieron ningún resultado; antes bien, ocurrió todo lo contrario. Al ver aquello, creyéronse obligados á recurrir à la sangría. Y vendándole un brazo, apli- caron la lanceta. Pero no salió de la vena encan- tadora ni una gota de sangre. Entonces desistie- ron de su tratamiento y renunciaron á la espe- ranza de curarla. Y se marcharon cariacontecidos y confusos.
Y transcurrieron unos días en aquella penosa situación, sin que nadie pudiese comprender o ex- plicar el motivo de semejante cambio.
Un día que la bella Almendra la del corazón