jovenzuela hablando de amor lo habían hecho desvanecerse como humo.
Y rápida cual la gacela, entró ella en sus habitaciones, seguida por su favorita. Y cogió el cálamo de la alegría y el papel de la unión, y escribió al príncipe Jazmín, al joven raptor de su razón, al bienaventurado que ella había visto en sueños con los ojos de su alma, esta carta de alas blancas:
«Después de la alabanza al que, sin cálamo, ha
trazado la existencia de las criaturas en el jardín
de la belleza.
»¡Salud á la rosa de quien está quejoso el ruiseñor enamorado!
»Cuando he oído mencionar tu hermosura, mi corazón se me ha escurrido de la mano.
»Cuando en sueños me has mostrado tu faz hechicera, tanta impresión ha producido en mi corazón, que he olvidado á mi padre y á mi madre y me he tornado en una extraña para mis hermanos. ¿Qué hemos de ser para nuestra familia cuando somos extraños para nosotros mismos?
»Ante ti, las bellas son barridas como por un torrente, y las flechas de tus pestañas han punzado mi corazón de parte á parte.
»¡Oh! ven á mostrarme tu figura encantadora en sueños, á fin de que la vea yo con los ojos de mi cara, ¡oh tú que estás instruido en las señales del amor y que debes saber que el verdadero camino del corazón es el corazón!