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Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/237

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CONCLUSIÓN

veinte días eutre la seiscientas setenta y nueve noche y la setecientas. Pues entonces precisamente fué cuando di á luz á estos dos gemelos, cuyo alumbramiento me ha fatigado mucho más que el de su hermano mayor, el año anterior. Porque tan poco molesta estuve en mi pri- mer parto, que pude continuarte sin interrupción la his- toria, empezada á la sazón, de la Docta Simpatía. >>

Y tras de hablar así, se calló.

Y el rey Schahriar, que estaba en el límite extremo de la emoción, paseaba sus miradas de la madre á los hijos y de los hijos á la madre, y no podía pronunciar ni una sola palabra.

Entonces, después de besar á los niños por vigésima vez, la tierna Doniazada se encaró con el rey Schahriar y le dijo: «Y ahora, ¡oh rey del tiempo! ¿vas á hacer cortar la cabeza á mi hermana Schahrazada, madre de tus hijos, dejando así huérfanos de madre á estos tres reyezuelos, que ninguna mujer podrá amar y cuidar con el corazón de una madre?»

Y el rey Schahriar dijo, entre dos sollozos, á Donia- zada: «Calla, joh niña! y estate tranquila.» Luego, lo- grando dominar un poco su emoción, se encaró con Schahrazada y le dijo: «¡Oh Schahrazada! ¡por el señor de la piedad y de la misericordia, que ya estabas en mi corazón antes del advenimiento de nuestros hijos! Por- que supiste conquistarme con las cualidades de que te ha adornado tu Creador; y te he amado en mi espíritu porque encontré en ti una mujer pura, piadosa, casta, dulce, indemne de toda trapisonda, intacta en todos sen- tidos, ingenua, sutil, elocuente, discreta, sonriente y prudente. ¡Ah! ¡Alah te bendiga, y bendiga á tu padre y á tu madre y tu raza y tu origen!>

Y añadió: «¡Oh Schahrazada! Esta noche, que es la