bien! ¿qué opinas ahora del poderío incomprensible de mi yerno?» Y el visir, que no olvidaba las hu- millaciones sufridas desde que Maruf se apareció en su camino, se dijo: «¡Ha llegado la ocasión de vengarme de ese maldito!» Y dijo al rey con aire sumiso: «¡Oh rey del tiempo! mi opinión no puede darte luz alguna. Pero, ya que me la pides, te diré que el único medio de que dispones para saber á qué atenerte respectò al poder misterioso de tu yer- no el emir Maruf, es ponerte á beber con él y em- borracharle. Y cuando el fermento haya hecho bai- lar su razón, le interrogarás con prudencia acerca de su situación; é indudablemente te contestará, sin ocultarte nada de la verdad.» Y dijo el rey: «Es una idea excelente, ¡oh visir! y voy á ponerla en ejecución esta misma noche.»
Y el caso es que, cuando llegó la noche, se re- unió con su yerno Maruf y con su visir ante las bandejas de bebidas. Y circularon las copas. Y el gaznate de Maruf era un jarro sin fondo. Y su es- tado se tornó en un estado lamentable. Y su len- gua empezó á dar vueltas como las aspas de un molino...
En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.