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Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/42

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

grito de terror, se echó atrás, velándose el rostro. Y el asombrado visir le preguntó: «¿Qué te ocurre, ¡oh mi señora!? ¿Y á qué vienen ese grito de terror y ese rostro velado de improviso?» Y le contestó ella, envolviéndose cada vez más en sus velos: «¡Cómo! ¿no lo ves?» Y contestó él: «¡No, por Alah! ¿Qué ocurre? ¡No veo nada!» Ella dijo: «¡Qué ver- güenza para mí! ¡qué deshonor! ¿Por qué quieres exponerme desnuda á las miradas de ese hombre. extraño que te acompaña?» Y el visir, mirando á derecha y á izquierda, le contestó: «¿Qué hombre me acompaña? ¿Y dónde está?» Ella dijo: «¡Ahi, en la cornalina del sello del anillo que llevas al dedo!>> Y el visir contestó: «¡Por Alah! es verdad. No había pensado en semejante cosa. Pero, ¡ya setti! no se trata de un hijo de Adán, de un ser humano. ¡Es un efrit, servidor del anillo!» Y la princesa exclamó, llena de espanto, hundiendo la cabeza en las almo- hadas: «¡Un efrit! ¡qué calamidad la mía! ¡Me dan un miedo intenso los efrits! ¡Ah! ¡por favor, aléjale! ¡Tengo miedo y vergüenza de él!» Y para tranqui- lizarla y conseguir al fin lo que deseaba de ella, el visir se quitó el anillo del dedo y lo escondió debajo del almohadón del lecho. Luego acercóse á ella, en el límite del transporte.

Y la princesa le dejó acercarse, y de repente le dió en el bajo vientre un violento puntapié que le tiró de trasero en el suelo, dando con la cabeza an- tes que con los pies. Y sin perder un instante, se apoderó del anillo, frotó el sello, y dijo al efrit de