Aventura amorosa de la princesa Fátima con el poeta Murakisch
«Cuentan que Nemán, rey de Hirab, en el Irak,
tenía una hija llamada Fátima, que era tan bella
como ardiente. El rey Nemán, que conocía el tem-
peramento poco tranquilizador de la joven prince-
sa, había tenido la precaución de tenerla encerra-
da en un palacio retirado, para prevenir un des-
honor sobre su raza ó una calamidad. Y también
había tenido cuidado, en honor á su hija y por pru-
dencia al mismo tiempo, de hacer vigilar dia y
noche alrededor del palacio a guardias armados. Y
nadie mas que la doncella de la princesa tenía de-
recho á entrar en aquel asilo conservador de la
virtud de Fátima. Y por un exceso de prudencia y
desconfianza, á diario, á la caída de la noche, se
arrastraban por tierra grandes mantas de lana al-
rededor del palacio, à fin de igualar y alisar la su-
perficie arenosa del suelo para que desapareciese
la huella de los piccecitos de la joven que servía á
la princesa, y también para reconocer al dia si-
guiente si había dejado huellas algún tunante al
acecho de aventuras.
Y he aquí que la bella cautiva subía varias ve- ces al día á lo alto de su claustro forzado, y desde alli miraba de lejos á los transeuntes, y suspiraba.